Opinión
Una llama que no se tiene que apagar
La idea de cambiar viejos sistemas de carreras tiene sus beneficios y suele traer discusiones. En el camino de innovar pueden aparecer situaciones que debilitan el concepto deportivo, privilegiando el atractivo desde otro costado. Lo hemos vivido con muchos ejemplos en casi todas las categorías argentinas con variantes más o menos deportivas para que las carreras tengan emoción, sobrepasos, acción y en definitiva queden en la retina de la gente que mira por televisión o para los que van al autódromo. Esta discusión se instaló desde el prehistórico sistemas de lastres impuesto por el TC en los años '90 del que Juan María Traverso se cansó de desafiar y de ganarle. En aquellos años había que levantar para salir cuarto en la carrera que era la mejor posición sin castigo con kilos. Después de esa aplicación vinieron otras cada una con sus matices y sus especulaciones. La mayoría de los agregados a las carreras han sido con cierto porcentaje deportivo, es decir, se mantenía la esencia inicial del deporte junto con la necesidad expresa de mejorar la calidad de las carreras, entendidas como un espectáculo que forma parte de un negocio profesional. Al fin y al cabo quien no entienda que el automovilismo actual es ésto, va a tener un montón de dolores de cabeza y deberá resolver muchas contradicciones entre lo que es una negocio y lo que es un deporte y su convivencia.
Un automovilismo profesional, con pilotos, equipos, estructuras, dirigentes y orgnizaciones profesionales transitan juntos en un camino que en muchas ocasiones reduce el porcentaje deportivo de las carreras de autos. Pero también hay que decir que, en casi todos los casos, las categorìas se esfuerzan por mantener ese sentido deportivo de la actividad para que las posibilidades sean parejas para todos, y el factor lúdico se mantenga pegado al factor humanos en la convivencia con lo tecnológico de este deporte. Y así mantener la incertidumbre por el resultado, que al fin y al cabo es lo que mantiene a la audiencia pegada en la pantalla.
Valga esta introducción para entender que la inclusión de un sorteo para el orden de largada de una carrera del TC está lejos de mantener el valor deportivo de una competencia por más profesional que sea. Si bien ya se había practicado en una fecha de Olavarría de anteriores temporadas, lo de este fin de semana en Las Termas de Río Hondo fue repetir un sistema con el que casi todos los pilotos no están de acuerdo. Sin embargo por consecuencia obvia del azar, con una grilla mezclada, aparecen buenos espectáculos en la pista como el de la Final ganada de manera impecable por el Ford de Mariano Werner quien habìa largado 31º. La carrera fue entretenida y tuvo matices interesantes, más que nada con los avances desde atrás de los perjudicados por el sorteo pero que contaban con muy buenos autos (Ledesma, Canapino, Fontana, Ardusso, Castellano). Fue interesante ver a quienes casi nnuca largan adelante mantenerse en los lugares de privilegio en especial Diego De Carlo quien se perfilaba como la gran figura hasta su ingreso a boxes para la carga de nafta. Tuvo un buen resultado final producto de un muy buen trabajo en la pista.
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En definitiva, el objetivo del show se cumplió en la pista, que ha sido el justamente el objetivo de quien ideó lo del sorteo. Eso no está en discusión. El tema es hasta dónde se llegará con los agregados que hasta ahora eran relativamente deportivos, como las grillas invertidas, las penalizaciones, los lastres con y sin descarga, los cambios de circuito (vuelta Joker), o el antiguo Súper 8, entre los más recientes. El sorteo de una grilla en reemplazo de una clasificación es dejar librado al azar una posiblidad mejor o peor desechando las capacidades del piloto, del auto y del equipo. El automovilismo se trata de la suma de unidades de negocios de diverso tamaño que funcionan bajo un mismo sistema en el que no hay demasiado lugar para la suerte y el azar. La idea de hacer un sorteo para largar es de difícil digestión para los tradicionalistas y conservadores de las carreras. Lo que debería funcionar debería ser un equilibrio entre lo nuevo y lo que se intenta cambiar para mejor y lo que es el respeto al deporte y a las capacidades de cada equipo (piloto+auto+estructura+presupuesto) en cada carrera. El camino del perfecto balance es muy difícil, casi imposible y tiene riesgos. El automovilismo actual necesita avanzar, tener una idea de espectáculo, atraer a la gente, salir de un sistema antiguo de carreras siempre iguales y aburridas, pero ello no deberá empezar a dar lugar a que un sorteo determine un resultado. Mañana un sorteo determinaaría que un piloto suba al podio junto con los tres mejores o que varios se beneficien con 20 puntos cada uno en el campeonato, por ejemplo. Por más que se lo maquille, cambie, suba o baje, el automovilismo deberá mantener esa cuota de competencia deportiva en la que los resultados sean determinados por capacidades y no por una bolilla. Aunque la carrera haya salido interesante, con un merecdio ganador y la grilla haya sumado incertidumbre en los sobrepsos y avances desde atrás. Está muy bueno que pase, ojalá se vean muchas carreras así. Pero hay que seguir cuidando la llama deportiva, porque si se apaga, se apagará el automovilismo como tal.