Opinión
Canapino, ¿imbatible o simplemente en su mejor momento?
Su actuación en Buenos Aires fue demoledora: pole en un intento, récord absoluto y victoria con autoridad, lo posicionaron en el primer lugar para el inicio de la Copa de Oro (aunque Agrelo fue el ganador de la Etapa Regular). Canapino es el gran candidato, aunque no debemos subestimar a otros pesos pesados.
La décima fecha del Turismo Carretera, disputada en el histórico autódromo Oscar y Juan Gálvez, no solo definió a los doce clasificados para la Copa de Oro: también dejó un mensaje contundente. Agustín Canapino está de regreso —si es que alguna vez se fue— y, como suele ocurrir cuando encuentra ritmo y auto, se vuelve una amenaza concreta para todos. Pero ¿Estamos ante un dominio que anticipa una nueva coronación o solo frente al pico de forma de un piloto que, aun siendo excepcional, aún debe validar su favoritismo en las cinco fechas decisivas?
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Su victoria en Buenos Aires fue inapelable. Canapino se quedó con la pole en un solo intento y marcó un tiempo con un promedio de velocidad que fue récord absoluto (228 km/h). Lo hizo con una contundencia que dejó sin respuestas a sus rivales, sobre todo porque ese rendimiento se repitió en carrera, donde supo gestionar el auto, los tiempos y los momentos. El Camaro del Canning Motorsport mostró una combinación excepcional: potencia, equilibrio y consistencia.
Es cierto que el ingreso del Pace Car en la primera serie de la mañana del domingo lo relegó a largar desde el tercer puesto en la final. Pero ni eso, ni una buena salida de Trucco, ni el liderazgo de Craparo, fueron obstáculos suficientes. Canapino esperó, empujó en el momento justo y resolvió la carrera con frialdad tras el relanzamiento final. Ganó con autoridad, y dejó la sensación de que hoy es el piloto al que todos miran de reojo.
Ahora bien, afirmar que el título ya tiene dueño sería, al menos, prematuro. Suena tentador, sobre todo si uno compara el rendimiento del arrecifeño con el de sus principales rivales. Pero la Copa de Oro no perdona errores, y menos si se subestima la capacidad de pilotos como Werner o Santero, que no atravesaron su mejor etapa regular, pero saben cómo moverse en instancias decisivas, por experiencia y campeonatos conseguidos en los últimos años.
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Werner, por ejemplo, lidió con problemas mecánicos durante buena parte del año y clasificó a la Copa casi por la ventana. Santero, por su parte, combinó regularidad sin victorias con un cierre para el olvido en Buenos Aires. Su sanción, un despiste en la serie y otro en la final lo dejaron sin puntos y lejos de su mejor versión. Aun así, ambos tienen experiencia, equipos fuertes y el talento para revertir la historia.
El gran mérito de Canapino hoy no es solo su talento natural, ese que ya le dio cuatro coronas y que nadie discute. Es también el aprendizaje que parece haberle dejado su paso por la IndyCar: otra cabeza, otra madurez, otra lectura de carrera. Eso, sumado a un auto sólido y un equipo aceitado, lo convierten en el gran candidato. Pero no en un campeón anticipado.
Canapino es el cuco, sí. Pero el TC tiene historia de sorpresas y la Copa de Oro, de definiciones imprevistas. La pregunta es si el piloto de Arrecifes podrá sostener este nivel durante cinco fechas más, resistir la presión, evitar errores y mantenerse un paso adelante de sus perseguidores. Esa es la verdadera carrera que comienza el próximo 14 de septiembre, cuando el TC se presente en el Rosendo Hernández de San Luis.
