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Cuando Schumacher cayó en su propia trampa

Hoy se cumplen 20 años de la polémica definición en la que la Ferrari de Schumacher chocó al Villenueve, pero al alemán no le salió. Recordá la maniobra
Cuando Schumacher cayó en su propia trampa
Cuando Schumacher cayó en su propia trampa

Recuerdo aquel fin de semana tan emotivo como caluroso en Jerez de la Frontera. Como nunca se respiraba un ambiente tenso, distinto, apasionante en el paddock español de la Fórmula 1. Para los enviados argentinos, también era distinto. En lo deportivo, porque el cierre de la temporada contaba con la definición del título (Michael Schumacher aventajaba por sólo un punto a Jacques Villeneuve) y además un argentino en la grilla, ya que era la última (y así fue literalmente) carrera de Norberto Fontana en la máxima categoría. Y en lo profesional, muy agitado, ya que en la Argentina había elecciones legislativas y toda la atención deportiva (el sábado se jugó el Superclásico con el retiro de Diego Maradona) se posaba únicamente en el GP de Europa.

Leer más: A 20 años del adiós de Fontana a la Fórmula 1

Aquel sábado presagiaba un fin de semana único por una llamativa curiosidad: en la clasificación tres pilotos compartieron el primer lugar, ya que los pilotos de Williams, Jacques Villeneuve y Heinz-Harald Frentzen, y Michael Schumacher con la Ferrari, habían marcado 1m21s072/1000. Insólito.

La mañana del domingo fue por demás tensa. Todos hablaban de posibles toques en un circuito angosto en el sur de España. Quizá las definiciones con Damon Hill, con roces incluidos por parte de Schumacher, invitaban a este tipo de pensamientos. Que fueron presagios.

Sólo un punto los separaba en aquel domingo de cierre de temporada, en favor de Schumacher. Si ambos abandonaban, el título quedaba en manos del alemán. Por aquel entonces, la escala de puntos repartía 10 al vencedor y luego se distribuía con 6, 4, 3, 2 y 1. Eran tiempos en los que los españoles aún no estaban interesados en la Fórmula 1. Fernando Alonso todavía no había irrumpido con esa fuerza que generan los elegidos, que permitió a ese país ser protagonista de la disciplina.

En el giro 48, a 21 de la bandera a cuadros, se produjo el incidente que todos temían. Y que llegó. El Williams se mostraba firme y alcanzó en la recta principal a Schumacher, para superarlo en la primera curva. Los dos a fondo, arriesgando en cada metro, en cada maniobra, en cada aceleración. Pero la irresponsable actitud del alemán de intentar sacar a su rival de manera sórdida volcó todos los méritos sobre Villeneuve, que por apenas milésimas fue la víctima de la definición. Y esta vez, el infractor pagó por su reprochable postura. Buscó la manera más sucia de ganar el título, le pegó y con sus armas se despidió de la ilusión. Villeneuve, campeón. Schumacher, más que un perdedor. Un mal perdedor.

 


Aún escucho aquella exclamación en la sala de prensa, que fue un eco de lo que se gritó en las tribunas de Jerez de la Frontera. Y seguramente, a través de la transmisión televisiva, a los 500.000.000 de espectadores que seguían en directo esa definición.

Hasta ese entonces la carrera había sido emocionante. No sólo por lo que todos creían que iba a pasar. Y pasó. A eso se sumó la mala largada de Villeneuve (perdió dos lugares), la fuga de Schumacher, el permiso que le dio Frentzen a su compañero para que corriera a la Ferrari. El duelo en los cronómetros reduciendo el récord de vuelta en caa giro y luego, el golpe…

En esa definición también apareció otro condimento: la ayuda de los Sauber. Norberto Fontana, casi sin oposición ante la superación de Schumacher, fue muy férreo en su defensa cuando le tocó perder el puesto con Villeneuve. Las reuniones previas entre Jean Todt (director deportivo de Ferrari) y Peter Sauber alimentaban esas especulaciones. Además de acelerar motores de Ferrari por parte de los autos suizos, claro está.

Pero el mundo habló de una maniobra. La de Schumacher, que le pego con la rueda delantera derecha al pontón izquierdo del Williams. Insólitamente, quien se quedó en el lugar fue la Ferrari, con la rueda trasera girando de manera estéril sobre la cama de leca.

“Se le habrá escapado el volante. Se le habrá resbalado. Me sorprendió su actitud. Lo pasé muy bien, pero me tiró el auto encima. No sé si cerró los ojos o tuvo un problema con el volante”, fue la irónica respuesta del flamante campeón. Schumacher tuvo su opinión, inverosímil en los boxes: “No hubo otra opción. Él dobló muy veloz y se produjo el toque. Si no se tocaba conmigo, seguía de largo en la curva. Estas cosas suceden…”

El clima hostil se diluyó tras el podio. Los mecánicos de Ferrari salieron corriendo al box de Williams a intercambiar camisas y remeras, como si se tratara de la finalización de un partido de fútbol. Había que calmar los ánimos.

La carrera arrojó datos históricos. Fue el primer triunfo, tras 96 competencias, de Mika Hakkinen (le entregó la copa el tenor Plácido Domingo) con el McLaren impulsado por Mercedes-Benz, tras el juego de equipo de David Coulthard y la complicidad de Villeneuve. Allí también fue el retiro del experimentado austríaco Gerhard Berger. Y sin saberlo, pese a las negociaciones con Tyrrell (por el lugar que dejaba Jos Verstappen, el padre de Max), el arrecifeño se bajaba para siempre de la Fórmula 1, después de 4 Grandes Premios (Francia, Alemania, Inglaterra y Europa). Largó desde el 18° puesto y llegó 14°.

Schumacher cayó de la peor manera. A la Federación Internacional del Automóvil (FIA) le sirvió para instalar un precedente y terminar con las definiciones sucias con golpes, como las de Senna-Prost y Schumacher-Hill. El alemán no fue subcampeón porque le quitaron todos los puntos de la temporada por esa maniobra, que en la carrera no recibió sanciones pese al abandono.

Se hizo justicia. Villenuve se consagró como el primer campeón canadiense, en un claro homenaje a su padre, Gilles, Schumacher hizo trampa, pero esa vez, no le salió…

 

 

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