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INDIANÁPOLIS: TEMPLO DONDE EL CULTO ES LA VELOCIDAD
Las "500 Millas de Indianápolis" es un nombre reconocido, inclusive para los que no siguen asiduamente las carreras de automóviles.
Para los fanáticos se trata de una de las carreras más famosas del mundo, que en este año llega a su aniversario número 102 (sin tomar en cuenta los años en que fue suspendida debido a guerras mundiales).
La competencia tiene lugar cada año en el "Indianapolis Motor Speedway", y tal cual reza en su entrada, la capital mundial de la velocidad.
Es el autódromo con mayor capacidad para público del mundo: 257.000 plazas permanentes para sus asistentes.
Esta ubicado en la ciudad de Indianápolis, estado de Indiana y el lugar fue construido por Carl G. Fisher e inaugurado en 1909.
Dos años más tarde, en mayo de 1911 nacieron oficialmente las 500 Millas de Indianápolis.
En aquel tiempo la carrera se llamaba International 500-Mile Sweepstakes Race, y contó con 85.000 personas asistentes, en lo que entonces tuvo el nombre del Óvalo de la Granja Pressley.
Todavía en la recta principal se conserva la yarda de ladrillos con la cual estaba hecho el circuito cuando se inauguró.
Curiosamente un espejo retrovisor garantizó la primera victoria que se la llevó Ray Harroun, a bordo de un Marmon Wasp, que descansa en el museo del circuito tal cual llegó a la bandera a cuadros.
En ese año, Harroun presentó un invento nunca antes visto en el automovilismo: un espejo retrovisor que fue de gran ayuda para llegar en primer lugar luego de 6:42:08 horas, a una velocidad promedio de 74.602 mph (120 km/h).
Esa carrera significó para Harroun un récord que aún mantiene vigente junto a Louis Meyer (1936), por llegar primero desde una posición muy retrasada en la salida ya que había largado en el puesto 28 de 40 competidores y logró superarlos en las aproximadamente 200 vueltas del circuito.
Según registros históricos de la primera carrera del Indy 500, la velocidad promedio era de 77 mph (123 km/h). Una velocidad que ha evolucionado hacia su edición número 100 en 2016, donde James Hinchcliffe aseguró la pole position este año a 230,76 mph, que equivalen a 371,37 km/h.
Curiosamente el poleman de la edición 100 no clasificó para la competencia de este domingo.
En esta edición 2918, Ed Carpenter compartirá la primera fila con los Penske-Chevrolet de Simon Pagenaud y Will Power, pero con el honor de haber sido el único en superar las 229 millas por hora de media. Lo hizo con holgura, firmando un estratosférico 229.618 mph (359.534 km/h) con una vuelta por encima de las 230 incluida.
Indianápolis despierta una sensación única, irrepetible, con una adrenalina muy difícil de explicar.
Ver pasar a los autos a más de 350 km/h es algo fantástico e increíble.
Para los que tuvimos la suerte de relatar esta carrera, Carburando lo hizo cinco temporadas consecutivas entre 1996 y 2001 por TyC Sports, tuvimos que acostumbrar el ojo porque realmente a primera vista se nos escapaban de foco.
Sus calles, sus estructuras, su clima, la torre que era primitivamente una pagoda, sus tribunas, su gente, conforman un espectáculo que va más allá de una competencia de autos.
También el trofeo, esa gran copa, a la cual todos los pilotos del mundo quieren estamparle su cara.
La gente acampa en los alrededores, alquila casas, ubica sus motorhome, sus casas rodantes y pasa un fin de semana soñado.
A pesar de que miles y miles de personas merodean el Templo, siempre la cordialidad, el respeto y el orden se hacen presente.
Recuerdo aquella primera victoria del brasileño Helio Castrobeves, a quien conocía de la F3 Sudamericana, debutando en 2001 y ganado una carrera fenomenal. Allí se trepó a la alambrada y nació su apodo de hombre araña.
Una historia que recordabamos en 2016 cuando charlamos en la previa de la carrera n° 100 de las 500 millas.
Indianápolis tiene magia, es diferente, es única y por eso tiene fama internacional.
"Señoras y Señores enciendan sus motores", será la órden el próximo domingo cuando la gran carrera se ponga en marcha.