Opinión
Tamburello: frío, soledad y silencio
La Fórmula 1 siempre ha evitado los recuerdos y homenajes a Ayrton Senna, pero en Tamburello sigue brillando su recuerdo de miles...
A 25 años de la muerte de Ayrton Senna el mundo del automovilismo lo recuerda y en cada aniversario su figura parece más grande.
Aquella fue una trágica muerte que se podría haber evitado y que marcó un quiebre casi definitivo en la categoría empujada por esa circunstancia a iniciar el actual siglo con cambios signiificativos.
Esos cambios que llegaron a la Fórmula 1 y que han sido inevitables.
Cambiaron los autos. Cambiaron las pistas. También las curvas, las rectas, los motores, los autódromos, los países, las ciudades, la seguridad para los pilotos, los neumáticos, los materiales de seguridad, la ubicación de la gente en los circuitos...
Recuerdo la polémica que se originó cuando se cerró el dibujo que tendría la pista del autódromo de Buenos Aires para recibir a la F1 en su última etapa. ¿Qué era eso?, era la nueva Fórmula 1 post Senna.
Así, fueron apareciendo trazados como el porteño, Imola sin Tamburello, Hungaroring, el nuevo Interlagos, y paulatinamente salieron de escena A1 Ring, el histórico Silverstone (el lifting lo desfiguró), el histórico Hockenheim (quedó inutilizado con el nuevo dibujo dejó de ser lo que era), lo mismo sucedió con Magny Cours. Los circuitos cambiaron y encogieron. Se corrió en Bakú, por ejemplo. O en China.
Lo mismo pasó con las potencias de los motores. Cada vez menos cilindrada, menos potencia, menos ruido. Incluso oírlos hoy dan ganas de llorar.
En la construcción y estética de los autos el piloto quedó en el centro del largo, más lejos de la trompa, con protecciones laterales y la innovación del halo desde hace poco.
Pasaron 25 años de la tragedia. Allí en Tamburello estará hoy y siempre, el recuerdo con la imagen de Ayrton y el paredón transformado en lugar de adoración por cada visitante que busca lo que la Fórmula 1 ha tapado siempre: el lugar del accidente para recordarlo y rendir un homenaje a Senna.
Ahí permanece en el silencio de Tamburello, con sus postales de primavera precoz y árboles todavía amarillentos bordeando el parque del autódromo. El camino de barrancas bajas, con tierra arenosa y tapada de hojas de álamos altos y grises. El verde que no se anima a cubrir las riberas del curso de agua clara. Las flores, los mensajes, las banderas de Brasil, las velas, las ofrendas, todo se conjuga en ese punto de recuerdo permanente que en este mismo momento yace, solitario, frío y quieto.
Y el ruido de fondo del río Santerno con sus aguas transparentes y verdosas . En Tamburello, en el exacto lugar del accidente, en cada día, con cada visitante, con cada recuerdo, permanece viva la llama del gran Ayrton.
A quien desde tan lejos, también recordamos.