TC2000
Una realidad que todavía me cuesta creer
Cuando camino habitualmente por el microcentro porteño se parar en un café ubicado en la esquina de Sarmiento y Cerrito. Desde ahí, sentado junto al vidrio, puedo observar el Obelisco. Mirándolo puedo notar como el símbolo de Buenos Aires que está ubicado en la Av. 9 de Julio ve pasar, desde sus cuatro ventanas, miles y miles de vehículos y millones de personas. Hasta se da el lujo de ver como los aviones levantan vuelo desde el Aeroparque Jorge Newbery y la atraviesan desde el aire. Pero hay algo que este monstruo enclavado en pleno núcleo de la capital nunca se imaginó. Ver pasar una carrera de autos. Tampoco imaginó ver paralizada esa zona durante todo un fin de semana por estar dedicado a un evento exclusivo. Todo fue muy loco.
Pasan los minutos y yo sigo sentado en ese bar. Me traen el café, agarro el diario, pero sigo observando el movimiento de la ciudad de la furia. No me concentro en la lectura, es imposible. Vuelvo a pensar y llevo mi memoria a ocho años atrás. Es ahí donde quedo en la misma situación que el obelisco. Tampoco me hubiese imaginado una competencia en ese lugar. Ni un en un sueño, de la noche más larga, se me hubiese ocurrido algo así. Y pasó. Pero sigo sin poder creerlo. Salgo del bar y al caminar entre la multitud, por ese sector, a mi cabeza le sigue costando incorporar lo que fue un hecho. Ver el Súper TC 2000 por esas arterias donde hoy están cubiertas de autos, donde el Metrobús generó una ida y vuelta de miles de colectivos que mueven a una sociedad que va de un lado a otro y donde está el corazón de una urbe que late permanentemente.
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Sigo caminando y me meto en la boca del subterráneo de la Línea B. La misma que ocho temporadas atrás me depositó en lo que fue el callejero. A metros de la zona de boxes. Miro, giro mi cabeza y traigo a mi vista la foto de la largada de la carrera. Una multitud cubría el paisaje. Todos buscaban un lugar para poder ver un hecho histórico. Me meto al andén y me voy pensando en lo que fue esa locura que Pablo Peón tiro en la mesa de ideas y en las críticas que recibió por semejante locura. Lo logró. Con el apoyo de mucha gente cumplió su fantasía y el automovilismo quedó agradecido.
A la semana siguiente los compromisos me hacen volver a pasar por la 9 de Julio y la memoria me hace recordar, y me lo hará recordar de por vida, que ahí trabaje cubriendo una carrera. Cruzo la avenida, miro el obelisco, me detengo, le saco una foto más y observo como con sus casi 70 metros de alto puede ver todo lo que pasa a su alrededor. Es ahí donde siempre digo que esta torre podrá seguir viendo pasar la vida de todos, pero lo que nuca volverá a ver es una carrera de autos. Yo tampoco.
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