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Banca digital 3.0: hacia un mundo sin tarjetas y con pagos que “desaparecen”

La nueva ola del sistema financiero impulsa transacciones sin fricción, sin plástico y sin contacto directo. Wallets, NFC pasivo, pagos por proximidad e identidades digitales prometen una experiencia fluida, pero también abren un debate urgente sobre vigilancia, trazabilidad y control de los datos económicos de los usuarios.

Banca digital 3.0: hacia un mundo sin tarjetas y con pagos que “desaparecen”
Banca digital 3.0: hacia un mundo sin tarjetas y con pagos que “desaparecen”

El dinero se vuelve invisible

La transición hacia la banca digital 3.0 no es simplemente una actualización tecnológica: es un cambio estructural en la forma en que pagamos. Después del auge de las tarjetas contactless y los QR, el sistema financiero avanza hacia un modelo en el que el usuario paga sin sacar nada del bolsillo, en el que el dispositivo —o incluso el cuerpo— se convierte en la llave de la transacción.

Los grandes impulsores de esta tendencia son tres tecnologías: wallets unificadas, NFC pasivo y pagos por proximidad. En conjunto, permiten que pagar sea tan simple como caminar, acercarse o incluso tener un dispositivo conectado en el bolsillo. La meta: reducir la fricción a cero.

Las big tech ven en este terreno una oportunidad estratégica. Apple, Google y los principales bancos digitales trabajan para integrar tarjetas, identidad, historial y autorizaciones en un único punto, convirtiendo al teléfono —o al reloj— en el centro de la vida financiera cotidiana.


El ascenso del pago por proximidad

Si hasta hace poco el pago contactless requería acercar la tarjeta o el celular al terminal, la nueva generación apunta a un escenario todavía más fluido: dispositivos que realizan la transacción automáticamente cuando ingresan en un área definida.

El NFC pasivo, por ejemplo, permite pagar sin batería y sin interacción directa del usuario. En Europa ya se experimenta con tarjetas reducidas a simples chips integrados en llaveros, credenciales o incluso accesorios textiles. La industria del transporte público es uno de los primeros sectores en adoptarlo, con sistemas que reconocen al viajero apenas cruza el molinete y aplican la tarifa más conveniente según su historial.

Las wallets inteligentes agregan un componente adicional: ajustan la forma de pago en función del contexto, el monto o las preferencias del usuario. El resultado es un ecosistema donde la elección del medio de pago se vuelve automática e invisible.


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El costo del minimalismo: la vigilancia financiera

Pero esta comodidad tiene su contracara. En un mundo de pagos invisibles, la trazabilidad es total. Cada movimiento queda registrado con precisión milimétrica y asociado a identidades digitales robustas. Esto plantea un riesgo evidente: la posibilidad de un ecosistema financiero que conozca no solo cuánto gastamos, sino dónde, cuándo y bajo qué patrones de comportamiento.

Organizaciones de derechos digitales advierten que esta evolución puede derivar en un sistema en el que bancos, empresas tecnológicas o gobiernos acumulen niveles inéditos de información económica personal. El peligro no es solo el acceso indebido, sino la capacidad de perfilado: decisiones automáticas basadas en hábitos de consumo, desde otorgar créditos hasta ajustar primas de seguros.

La banca digital 3.0 también tensiona el debate sobre el efectivo, cada vez más relegado. Para algunos especialistas, desaparecer por completo implicaría perder el anonimato financiero, un elemento clave para evitar que la economía personal sea completamente transparente para terceros.


Conveniencia vs. derechos: un equilibrio delicado

El futuro de los pagos invisibles parece inevitable, impulsado por la competencia entre bancos, fintech y big tech. La experiencia promete ser más rápida, segura y eficiente. Sin embargo, la discusión pública aún está lejos de madurar.

Los especialistas coinciden en que el desafío no es frenar la innovación, sino diseñar un modelo de gobernanza que permita aprovechar la tecnología sin convertir cada compra en un nodo más de vigilancia. En la banca digital 3.0, el verdadero debate no pasa solo por cómo pagamos, sino por qué dejamos ver cuando pagamos.

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