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El recuerdo de “La carrera alrededor del mundo” New York-París
La carrera estuvo lejos de ser una simple competencia de velocidad. Los pilotos debían enfrentar un recorrido plagado de desafíos, desde caminos inhóspitos y condiciones climáticas extremas hasta la incertidumbre de navegar por el Océano Pacífico.
En 1908 el mundo se vio cautivado por una hazaña sin precedentes: la carrera Nueva York-París, organizada por el diario francés Le Matin. Bajo el apodo de "La carrera alrededor del mundo", seis intrépidos equipos se embarcaron en un viaje épico que combinó tierra y mar, recorriendo un total de 32.000 kilómetros.
Un desafío titánico
La carrera estuvo lejos de ser una simple competencia de velocidad. Los pilotos debían enfrentar un recorrido plagado de desafíos, desde caminos inhóspitos y condiciones climáticas extremas hasta la incertidumbre de navegar por el Océano Pacífico.
Seis máquinas, seis sueños
Entre los valientes aventureros se encontraba G. Bourcier de Sr. Chaffray al volante del De Dion, un piloto con un pasado peculiar: había organizado una carrera de lanchas motoras que terminó con todos los participantes hundidos en el Mediterráneo.
Charles Godard a bordo del Moto-Bloc también era un rostro conocido, pues había participado un año antes en la carrera Pekín-París sin tener experiencia previa de conducción. Sin embargo, su talento lo llevó a alcanzar un récord mundial al pasar más de 24 horas seguidas al volante.
Emilio Sirtori, otro de los pilotos, se vio obligado a llevar consigo al joven poeta Antonio Scarfoglio, quien había amenazado al padre de Sirtori, un prominente editor, con participar en la carrera de lanchas si no le permitía acompañar a Scarfoglio.
El gran favorito de la afición era Montague "Monty" Roberts, piloto profesional que afrontaba la "carrera del siglo" a bordo del Thomas Flyer, acompañado por el mecánico alemán George Schuster, quien a la postre se convertiría en una de las grandes leyendas del automovilismo.
Un viaje épico, un final polémico
El 28 de julio de 1908, el camión alemán Protos llegó a la meta en París, marcando el final de la travesía terrestre. Cuatro días después, arribó el estadounidense Thomas Flyer y dos semanas más tarde el italiano Züst.
Sin embargo, la victoria no estuvo exenta de controversia. Los alemanes fueron penalizados por una parada no autorizada, mientras que los italianos denunciaron que los estadounidenses habían cambiado el auto durante la carrera.
Oficialmente, la carrera Nueva York-París no tuvo un ganador. Sin embargo, la hazaña quedó grabada en la historia como un hito en la era del automovilismo, demostrando el potencial de los vehículos de motor y la audacia de los pilotos que desafiaron los límites de lo posible.