Límite de Pista
Tecnología: Jóvenes e inteligencia artificial: ¿herramienta para aprender o atajo para hacer trampa?
Desde asistentes para estudiar hasta generadores automáticos de ensayos, los estudiantes están adoptando la inteligencia artificial en masa. Pero su uso plantea dilemas éticos, académicos y sociales que las escuelas aún no saben cómo manejar.
Una nueva era de estudio... y de trampas
La revolución de la inteligencia artificial generativa ha transformado la forma en que los jóvenes estudian. Herramientas como ChatGPT, Grammarly, QuillBot o Socratic de Google se han vuelto aliadas cotidianas para resolver dudas, resumir textos, mejorar la redacción o preparar exámenes. Sin embargo, la línea entre apoyo educativo y plagio se ha vuelto peligrosamente delgada.
"Uso ChatGPT para repasar temas de historia o matemáticas cuando no entiendo algo", cuenta Sofía, de 16 años, estudiante en Buenos Aires. “Pero también he visto compañeros que le piden que les escriba trabajos enteros”, admite.
La IA como aliada del aprendizaje
No todo es trampa. Muchos docentes reconocen el potencial de estas herramientas para fomentar el aprendizaje autónomo, especialmente en contextos donde el acceso a tutorías o clases particulares es limitado.
"Si se enseña a usar bien, la IA puede ser una forma poderosa de complementar el aprendizaje", opina Daniel González, profesor de tecnología educativa en México. “Lo importante es que los estudiantes entiendan cómo y cuándo usarla, y que no reemplacen el pensamiento crítico con respuestas automáticas”.
Algunas instituciones están incluso incorporando el uso de IA en sus programas, enseñando a los alumnos a formular buenas preguntas, evaluar respuestas y distinguir entre información útil y errores generados por los modelos.
Los riesgos del atajo fácil
Pero no todo es aprendizaje guiado. Cada vez más alumnos están utilizando IA para hacer tareas completas sin involucrarse realmente en el contenido. Ensayos, resúmenes de libros, ejercicios de programación y hasta respuestas a exámenes virtuales son generados por máquinas.
Esto ha generado preocupación en el ámbito académico. Según una encuesta realizada por EdTech Latam en 2025, el 43% de los profesores universitarios en la región sospecha que al menos uno de cada cuatro trabajos entregados contiene contenido generado por IA sin declarar.
“Estamos en una carrera para adaptarnos”, dice Laura Méndez, directora de un colegio en Bogotá. “Por ahora, muchos docentes no tienen herramientas para detectar si un texto fue generado por un estudiante o por una inteligencia artificial”.
¿Regular o educar?
El debate está abierto: ¿deben las instituciones prohibir el uso de IA o enseñar a usarla de forma ética y responsable? Algunas escuelas ya están incluyendo cláusulas en sus reglamentos académicos sobre el uso indebido de estas tecnologías, mientras que otras optan por formar a los docentes para evaluar competencias, más que resultados textuales.
En paralelo, han surgido plataformas que detectan textos generados por IA, aunque su efectividad aún es limitada y genera controversias.
La clave está en el criterio
Lo cierto es que la inteligencia artificial llegó para quedarse, y los jóvenes serán los primeros en explorar sus límites. En lugar de combatirla a ciegas, el reto para educadores, padres y autoridades es fomentar un uso ético, consciente y crítico, donde la tecnología complemente —y no sustituya— el proceso de aprendizaje.
Porque al final del día, la inteligencia que más importa sigue siendo la humana.
