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"Ví el cielo y pensé: ya sé lo que viene"

Peter Dumbreck recuerda así la escalofriante historia de los vuelos de los Mercedes durante Le Mans 1999. Los detalles de una crónica increíble.
"Ví el cielo y pensé: ya sé lo que viene"
"Ví el cielo y pensé: ya sé lo que viene"

Fue uno de los espectáculos más escalofriantes en la historia de las 24 horas de Le Mans. Por casualidad no hubo que lamentar víctimas, pero lo que ocurrió no se olvidará nunca en los historiales de la competencia, y mucho menos en los de Mercedes. En la edición de 1999 el equipo alemán sufrió tres accidentes similares con sus autos. Los tres levantaron vuelo en zonas ultra veloces de la pista y aterrizaron. Por suerte los pilotos hoy lo pueden contar y describir... 

 


20 años después, el escocés Peter Dumbreck recuerda los espeluznantes accidentes con una frase que lo resume todo: "Vi el cielo y pensé: 'Ya sé lo que viene".
El gran dominador de la Fórmula 1 actual no corre en Le Mans desde hace dos décadas y probablemente jamás lo volverá a hacer. Mercedes, el equipo con el que Lewis Hamilton aspira a igualar el récord de Michael Schumacher, aún no ha superado el terrible espectáculo que ofreció al mundo en 1999, cuando sus dos coches, convertidos de pronto en aviones, despegaron literalmente del asfalto. Aún hoy cuesta explicar cómo Mark Webber y Peter Dumbreck, salvaron su vida aquel fin de semana de junio en el casi verano europeo.

Los recuerdos se amontonan en la cabeza de Drumbeck en los días en que se corre en el Circuito de La Sarthe (en 2019 la carrera fue hace dos semanas). A los 45 años, ya retirado, aún atiende a la prensa con ese clima de misterio del que intuyó un punto de luz al final del túnel. "Ni siquiera hoy puedo decir que aquel día debí bajarme del auto. En ese momento pensaba: 'Eso no puede sucederme a mí'. Era una sensación extraña. Como si me sintiera invencible", reveló el escocés.

Aquel 12 de junio de 1999 en Le Mans, Drumbeck ocupaba la tercera posición, justo detrás de un Toyota, cuando aún no se habían cumplido las cuatro horas de carrera. En la célebre zona de Indianápolis aceleraba a más de 300 km/h cuando su Mercedes-Benz CLR abandonó el asfalto para buscar el cielo. Luego de tres vueltas de campana por los aires, aterrizó en una zona sin apenas árboles. "Pude ver el cielo y pensé: 'Ya sé lo que viene ahora", rememora el británico. "Después no guardo ningún recuerdo hasta que me desperté en la ambulancia", añade.

A pesar de un fabuloso campeonato de FIA GT dominado y revalidado, el equipo AMG Mercedes-Benz no pudo cerrar con el toque de la perfección el campeonato de 1998. La pareja de CLK-LM debía abandonar en la prueba más importante y más famosa: las 24 horas de Le Mans. Un año después, en 1999, la marca alemana desembarcaba en la clásica francesa con un CLK-LM mejorado, al que llamaron CLR. ¿Su objetivo? Ganar las 24 horas de la carrera de las carreras.

Los ingenieros de Mercedes jugaban con la gran ventaja de estar diseñando un auto exclusivamente para el circuito de la Sarthe, el cual es muy diferente al resto de los trazados. El CLR se había diseñado y fabricado única y exclusivamente para ganar en la carrera de Le Mans. 

El desafío era conseguir la fricción más baja posible para las rectas y una carga aerodinámica elevada para las zonas de curvas. No hay más que ver de un vistazo rápido al CLR para dar cuenta de que el trabajo aerodinámico es profundo.

El aspecto del Mercedes-Benz CLR era espectacular y su diseño de avanzada. Una aerodinámica al detalle; líneas suaves, «cómodas» para el aire, sin cambios agudos… Pero mostrando un aspecto agresivo. Como ese "arte que tiene la aerodinámica para hacer los autos bonitos". El CLR era, básicamente, el CLK-LM del año anterior sometido a una transformación en las formas de la cabina y la trompa, la cual es muchísimo más achatada y con la que se buscaba el comportamiento óptimo en el trazado francés. La aerodinámica que no se ve a simple vista también tuvo parte de papel en esta escalofriante historia que nos trae hoy hasta aquí; la que se encarga del flujo que es dirigido y que circula bajo el fondo plano del coche.

Debajo de todo esto se escondía un motor V8, al cual se le había ampliado su cubicaje hasta los 5,7 litros, que rendía 600 CV de potencia. Un motor con el que se buscaba un matrimonio perfecto entre potencia y tamaño y peso reducidos. Visto así, el Mercedes-Benz CLR solo puede ser una máquina de ganar Le Mans.

Tras el debacle de 1998 Mercedes-Benz no quiso dejar ningún detalle sin revisar y en los test del 2 de mayo se preocuparon de acumular millas y millas. Con los pilotos conformó un equipo de lujo: Nick Heidfeld, Bernd Schneider, Christophe Bouchut y Mark Webber. Con todo esto Toyota, BMW, Audi y Nissan tenían motivos para estar asustados y preocupados. Y más viendo los resultados en la FIA GT en los años anteriores. Sin embargo, la preocupación de los rivales se suavizó un poco cuando los CLR no consiguieron mejor puesto que un sexto. El equipo volvía a su base a hacer los deberes de cara a la gran carrera de junio.

En junio los resultados no parecían que fueran a ser mucho mejores. Durante la clasificación, el piloto Bernd Schneider llevó al CLR hasta más allá de sus límites y sólo consiguió un cuarto puesto. Pero mientras tanto, otro CLR, el de Mark Webber, justo antes de Indianápolis se elevaba y daba una espectacular vuelta en el aire para aterrizar, por suerte, sobre las cuatro ruedas. Este incidente no quedó registrado por fotógrafos ni cámaras de video, por lo que el equipo AMG-Mercedes pudo cubrirlo y guardarlo. A esta altura el ambiente que se palpaba dentro de los boxes del equipo alemán era muy tenso. Un auto diseñado para ganar exclusivamente Le Mans y que no era capaz de entrar dentro de los tres primeros puestos pero sí volar como ya lo hizo en su día el Porsche 911 GT1 en Atlanta un año atrás.

Ya se conocían los riesgos de un diseño aerodinámico no adecuado en autos de esta categoría, en un circuito bacheado, bajo la influencia de corrientes de aire de otros autos… Era para estar preocupados. Antes del accidente, Webber solo había podido ser el décimo más rápido, mientras que el tercer CLR quedaba en séptima posición. Haciendo gala de su fortaleza y una logística impecablemente rápida, AMG-Mercedes envió un CLR nuevo a Le Mans para sustituir al accidentado durante la clasificación. El CLR ya había avisado, pero en Mercedes querían ganar a toda costa.

EL DIA DE LA CARRERA

El día de la carrera, durante el warm-up, el CLR que había sido enviado desde Stuttgart para sustituir al accidentado el día anterior realizó también un backflip. De nuevo se encontraba el australiano en la conducción y ocurría en la recta Mulsanne, pero esta vez el aterrizaje no era tan agraciado. El CLR de Webber aterrizó boca abajo y esta vez el suceso fue captado por una cámara de fotos. Un fotógrafo captó la acrobacia.

Afortunadamente Mark Webber volvía a escapar ileso del segundo vuelo. Aún así el equipo AMG-Mercedes decidió seguir desafiando a su propia aerodinamia. La carrera iba a dar comienzo y los dos CLR restantes estaban listos en la grilla. En un desesperado intento de evitar otro backflip, el equipo de ingenieros instaló unos deflectores en la trompa y ajustó la carga aerodinámica con otra configuración menos propensa al «despegue». Los ingenieros pidieron también a los pilotos que no circulen muy cerca de sus perseguidos cuando llegaban a gran velocidad, con el fin de evitar una exposición a un flujo turbulento que desestabilizase la mala aerodinámica del Mercedes-Benz CLR. 

EL ULTIMO VUELO

Las ansias por ganar Le Mans a toda costa hicieron al equipo dejar de lado que existía un riesgo evidente de que de nuevo su CLR-GT1 sufriese un accidente.

Por desgracia el trágico fin de semana para el equipo alemán no había terminado, y si el accidente de Mark Webber resultó espectacular, hubo otro peor. La carrera comenzaba bien para los dos CLR que disputaban la delantera con los Toyota GT-ONE. Por detrás, el equipo BMW imprimía un ritmo muy fuerte. Llegó la vuelta 75 y ocurrió lo que se veía venir: Peter Dumbreck despegaba literalmente con su CLR en el sector Indianápolis. El británico aterrizó fuera de la pista, en la zona arbolada tras las vallas. Tras el espantoso accidente, y unos minutos de incertidumbre, Dumbreck por suerte salió del auto sin lesiones graves. 

Los médicos, por supuesto, no le dejaban moverse un centímetro por miedo a una lesión en la médula espinal. Sin embargo, tras varias advertencias, descubrieron que podía mover los brazos y los dedos de los pies. Dumbreck no sufría lesiones graves, ni se había por delante la vida de ningún espectador. Sin embargo, lo más espeluznante de todo es que en el garaje de Mercedes aquello no podía considerarse como una sorpresa.

EL ERROR DE CÁLCULO

Tras los accidentes salió a la luz un error de cálculo en el desarrollo aerodinámico. Si bien es cierto que Mercedes-Benz culpó a los baches e irregularidades del trazado, el diseño de la trompa tan achatada del CLR no aportaba la carga aerodinámica suficiente y fue la principal causa de los accidentes. Un diseño muy ajustado que fallaba a la hora de añadir la expansión del aire a la ecuación. 

Webber y Drumbeck disponían de pruebas fehacientes de que los errores en los cálculos de la aerodinámica impedían a ese coche salir a pista. Incluso Adrian Newey había alertado a los ingenieros desde el GP de Canadá de F1, donde dirigía las operaciones de la escudería McLaren-Mercedes. Tampoco la opinión del gran factótum del diseño cambiaría la idea de los jefes de las Flechas de Plata, a quienes sólo parecía preocupar el apretadísimo pulso ante Audi, Porsche, Toyota y Nissan.

 

"Desde el jueves intentamos mantener el secreto de lo que había sucedido con Mark", desvela ahora Drumbeck, consciente de que nadie en la cúpula de Mercedes renunció tras aquella vergonzosa situación. Webber nunca corrió de nuevo para el conjunto alemán, pero el escocés continuó un par de años más en la categoría DTM.

Estos accidentes supusieron la cancelación del proyecto del CLR. Incluso, decían que los de Stuttgart destruyeron todas las unidades. El chasis nº003, el único de los cuatro CLR que mantuvo sus cuatro ruedas en el asfalto y que fue retirado justo una vuelta después del accidente de Dumbreck, fue vendido a un particular por Mercedes-Benz. Particular al que se le ha visto en alguna que otra ocasión en un circuito. El de Webber fue reconstruido pero Mercedes lo mantiene escondido. Así que no hay ningún CLR que contemplar en el museo de Mercedes-Benz. Los alemanes quisieron olvidar aquel fatídico fin de semana a causa del errado desarrollo del que iba a ser el aplastante ganador de Le Mans. 

Tanto quisieron olvidar que nunca más volvieron a correr por el trazado mítico francés. 

 

 

 

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