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¿Por qué Le Mans es mágico?
La carrera de autos es parte de la fiesta de toda la semana. Que se inicia con los ensayos en el circuito, las presentaciones de equipos, marcas, autos nuevos y pilotos, y continúa con el tradicional desfile de autos antiguos y leyendas de la carrera en el casco histórico de la ciudad de Le Mans. Sigue con las tandas de clasificaciones en las que se incluye una tanda de noche de 22 a 24 y como final de la historia los preparativos para del mismo sábado de carrera con un ensayo previo y nada más.
Es tan grande el predio en donde se hace la carrera que miles de personas están esperando el fin de semana en sus casillas y carpas desde el principio de la semana. A pocos días de la llegada del verano es una de las mejores épocas en Francia para vivir una carrera. Mediados de junio, la antesala de la estación de las vacaciones. Fanáticos de toda europa toman la semana de Le Mans para campamento, y la carrera como parte de las vacaciones. Por ejemplo los ingleses, blancos sin sol, quedan rojos o violetas por disfrutar tres cuatro días al aire libre mientras los autos pasan y dan vueltas, mil vueltas en la pista de 13 kilómetros. Mientras atraviesan el famoso arco Dunlop la colorida 'Vuelta al mundo' sigue cargando gente que disfruta del parque de diversiones más extravagante que haya conocido en un circuito y mientras se corre en la pista. Está detrás del arco Dunlop, unos metros detrás de la tribuna techada que está frente a los boxes. Hay que caminar un poco para llegar primero a la plaza de los trucks foods (comida a rabiar, y cerveza ni hablar...) y luego ingresar al parque. Hay de todo. Y para todos los gustos. Y si es de noche es más divertido. Funciona desde el jueves de manera ininterrumpida y tiene su punto máximo el sábado en plena carrera. Fue una de las cosas que más llamó la atención en la oportunidad de estar en Le Mans hace varios años. La diversión mantiene la adrenalina de los espectadores, como la carrera la aumenta la de los pilotos. Ellos siguen corriendo a 300 kilómetros por hora de noche en las rectas largas de La Sarthe con esas curvas oscuras y con árboles y casas de campo tan cerca. Es una excitación total poder contemplar en el mismo momento, en el mismo lugar, en el mismo instante lo que vive la gente mientras mira la carrera, los que están en sus propias diversiones divirtiéndose o descansando en sus carpas y casillas y los que están de gira en el parque de diversiones con sus múltiples e increíbles ofertas... Es increíble cómo se conjuga todo en una misma situación.
Pero nada es para siempre... Pasada la noche empiezan a alumbrar las primeras luces del domingo en el horizonte del este y en ese momento pareciera que todo se tranquilizara por espacio de dos o tres horas. Está despuntando el amanecer y todo parece entrar en una corta calma. El parque, la gente en las tribunas naturales, los de las tribunas en la recta, en los boxes los turnos de sueño se van cumpliendo con los mecánicos y los pilotos al menos algunos pueden descansar, la música sigue pero no hay bullicio. Y lo única que se oye es el ruido de los súper motores que gritan en las rectas intentando ya de manera heroica llegar a las 370 o 380 vueltas que se necesitan para ganar la carrera.
Es la peor hora para los pilotos. El agotamiento se junta con la salida del sol, los rayos del sol de frente y la luz plena del día tras poco mas de diez horas de oscuridad. Pero como es domingo, y es el día del final de la carrera, el esfuerzo se redobla para alcanzar la primera meta que es llegar y si se puede ganar mejor. Los 50 autos que largaron el sábado no están en su totalidad. Muchos abandonan antes de la noche, otros pasan largas horas de recuperación en los boxes cuando el problema tiene solución. Otros tantos siguen aguantando la llegada del mediodía para entrar en la recta final de la carrera.
El parque de diversiones sigue lleno. La Vuelta, sigue dando vueltas. Pocos han dormido en la noche agitada. La carrera sigue su curso. El sol del mediodía aprieta y vence a los débiles de sueño. Muchos bajo un árbol ni se enteran del final de la carrera. Otros más interesados aguardan el desenlace y siguen los detalles por la radio f.m. de la carrera que mantiene informados a todos desde la clasificación del viernes de manera ininterrumpida.
Las escaleras de la tribuna central son cada vez más largas, la cabina está cada vez más lejos, la garganta suena diferente, los ojos quieren cerrarse ante tanto sol. Pero está llegando el final de la epopeya. Se acerca la hora 16 y es la 24ª hora, la hora sagrada de la carrera más importante del mundo para las marcas y pilotos. Avisados todos, el momento de la celebración es un disfrute. El grito y el aplauso para los autos que llegan despacio, como ofrenda ante sus equipos, sus mecánicos y su gente para dar la vuelta de honor y buscar los boxes hasta la edición que viene. Es un final emotivo. Suave y sin estridencias, como si se tratara de una agonía feliz. Así se viven las 24 horas de Le Mans. Un acontecimiento único, en el que una vez más tendrá a un piloto argentino como será este año con José María López en un Toyota. Intentará llegar y si es posible igualar al gran José Froilán González y su epopeya ganadora en 1954 junto a Maurice Trintignant con una Ferrari 4.9. Muchos pilotos argentinos lo han intentado y si bien no ganaron han tenido muy buenos finales. Le Mans va camino a ser la primera gran carrera mundial en llegar a sus 100 años, y en 2017 muchos argentinos volveremos a poner los ojos en esta carrera emblemática, única. La que inicia el verano europeo, en la que nadie quiere dormir, en la que todos quieren estar, en la que todos quieren ganar. Con aquella rueda mágica que sigue girando todo el tiempo, y en la que todos quieren subir...