Opinión
¿EL AUTOMOVILISMO VA EN CONTRA DE LOS ÍDOLOS?
¿Cómo se construye un ídolo? El interrogante abre el debate sobre una de las cuestiones fundamentales de cualquier disciplina deportiva. Los referentes, aquellos que marcan una era y definen etapas, suelen ser pilares de las actividades a las que representan. Basta con mencionar un espacio en el tiempo para relacionarlo con aquella figura que lo representó.
A partir de allí surge inmediatamente la pregunta siguiente: ¿Es el ídolo que arrastra a la actividad o se da a la inversa? El automovilismo argentino, para poner un límite a un tema que puede ser infinito en cuanto a lugares y disciplinas, tiene eras marcadas por nombres que signaron su evolución. Los Gálvez y Fangio, los Emiliozzi, Pairetti, Di Palma (y sus herederos), Reutemann, Mouras, Castellano, Traverso, Ortelli, Martínez… Sí, hay muchos apellidos más para adjuntar en esta selecta lista de privilegio. Pero no es la idea debatir sobre quiénes deben estar o no.
Para algunos el ídolo se construye. Hoy el marketing, los estudios de mercado, la acción de las distintas plataformas como herramientas de la promoción, se encausan en función de eso objetivo que puede ser uno más entre otros. Para otros, ese referente deportivo, por carisma y resultados, surge con naturalidad. No hay aditivos para edificar esa imagen. Pareciera que sólo los rendimientos propios y el tiempo ubican a esos deportistas destacados.
Al margen de ese debate primario, desde la dirigencia se elaboran sistemas para atraer al público, con resultados diversos y polémicos. Aquel automovilismo que era dominado por una o dos figuras, o esas marcas imbatibles de triunfos consecutivos o victorias acumuladas en una sola temporada, ya no existen. Los sistemas de penalizaciones (lastres o retrasos en las grillas) o directamente el armado de campeonatos con prácticamente definición en la última fecha (ya sea por Copa de Oro, Playoff, Etapa de Definición o como se quiera bautizar) prácticamente anularon los éxitos reiterados de los que verdaderamente se destacan del resto.
Se supone que la aleatoria superposición de vencedores genera atracción, pero desdibuja la imagen de los potenciales ídolos, que no pueden imponerse reiteradamente al margen del potencial propio y de su equipo.
A raíz de los Juegos Olímpicos recientemente celebrados en Río de Janeiro, con el aplastante tranco de Usain Bolt que arrasó con el medallero en atletismo, el presidente del Súper TC2000, Antonio Abrazian, comentó: “En el automovilismo decimos que aburre cuando alguien gana fácil y muy seguido. ¿Hora de repensar algunos ‘mitos’?”
Al menos un dirigente plantea el tema. Esto no significa que ya se restablezcan los sistemas originarios de la disciplina, con ensayos, clasificación y carreras con grillas “naturales”. Pero al menos alguien pensó en voz alta sobre esta situación.
Cualquier disciplina deportiva sueña con desenlaces impredecibles hasta último momento. Seguramente sea buena porción del éxito. Pero los protagonistas son, en definitiva, quienes atrapan la atención, por el nivel, la categoría y el aura que se crea alrededor.
La construcción de los ídolos no se cierra con este debate. Pero desde aquellas variables que son direccionadas, como el sistema de desarrollo del automovilismo, por ejemplo, permite pensar si el camino elegido es el correcto. Seguramente sea hora de que se deba volver a las fuentes…
