Fórmula 1
F1 en Monza: un circuito legendario que tuvo tragedias que quedaron en la memoria
Detrás de la pasión y la gloria, Monza también guarda una historia oscura, marcada por tragedias y accidentes fatales que lo convirtieron en un circuito tan mítico como temido.

El 'Autodromo Nazionale di Monza', conocido en todo el mundo como el "Templo de la Velocidad", es uno de los escenarios más emblemáticos del automovilismo. Allí se escribieron páginas gloriosas para Ferrari, la Fórmula 1 y distintas categorías internacionales. Pero detrás de la pasión y la gloria, Monza también guarda una historia oscura, marcada por tragedias y accidentes fatales que lo convirtieron en un circuito tan mítico como temido.
Inaugurado en 1922, Monza fue apenas el tercer circuito permanente del mundo. Desde sus inicios llamó la atención por sus curvas peraltadas y las velocidades extremas, pero también por la falta de medidas de seguridad. Esa combinación derivó en varios accidentes graves en las primeras décadas. El primer gran aviso llegó en 1928, cuando Emilio Materassi perdió la vida en plena recta principal y su auto se estrelló contra las tribunas, causando además la muerte de 22 espectadores. Fue una de las mayores tragedias del automovilismo mundial de la época.
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El punto más trágico llegó en 1933, cuando en un mismo día murieron tres pilotos: Giuseppe Campari, Baconin Borzacchini y Stanislas Czaykowski, en un episodio que la prensa bautizó como “La Masacre de Monza”. En 1955, la tragedia alcanzó a uno de los grandes ídolos italianos: Alberto Ascari, bicampeón del mundo con Ferrari, perdió la vida en unas pruebas privadas en Monza, apenas días después de un accidente en Mónaco del que había salido casi ileso. El destino quiso que muriera en la misma pista que lo había consagrado, a la misma edad que su padre, también fallecido en un circuito.
Durante años, el circuito contó con un óvalo de curvas peraltadas que imponía respeto por su riesgo. Allí se alcanzaban velocidades inéditas, pero los peligros eran tan altos que pronto fue considerado intransitable. Desde la década del 60 dejó de utilizarse, aunque sus estructuras aún se mantienen en pie dentro del parque, como un recuerdo silencioso de aquella época.
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La Fórmula 1 también conoció de cerca la cara más peligrosa de Monza. En 1961, Wolfgang von Trips perdió la vida tras un toque con Jim Clark; su Ferrari se estrelló contra las vallas y la tragedia alcanzó a 15 espectadores, convirtiéndose en uno de los accidentes más graves de la máxima categoría. En 1970, Jochen Rindt sufrió un fuerte golpe durante la clasificación y falleció, convirtiéndose posteriormente en el único campeón 'post mortem' de la historia de la F1. Y en 1978, Ronnie Peterson murió después de un accidente múltiple en la largada, en otra jornada negra para el circuito.
A pesar de todo, Monza nunca perdió protagonismo. La pasión del público italiano y el simbolismo de ser la casa de Ferrari hacen que sea una cita obligada en cada calendario. Cada victoria en este trazado representa gloria eterna, pero también convive con las cicatrices de un pasado doloroso.