Límite de Pista
La nueva ola de wearables inteligentes para la salud mental
Pulseras, anillos y aplicaciones que detectan estrés y emociones en tiempo real transforman la forma en que entendemos nuestro bienestar psicológico
En los últimos años, la tecnología vestible —o wearable technology— ha pasado de contar pasos y medir ritmo cardíaco a explorar un terreno mucho más complejo: la salud mental. Una nueva generación de dispositivos promete detectar el estrés, la ansiedad y el estado emocional a través de sensores biométricos que leen el cuerpo casi como un espejo del alma.
Del pulso al pensamiento: cómo funcionan los nuevos dispositivos
Empresas como Fitbit, Oura, Apple y Samsung están liderando esta transformación. Sus más recientes pulseras y anillos inteligentes no solo registran la actividad física o el sueño, sino que interpretan patrones de respiración, sudoración, temperatura y variabilidad cardíaca para inferir el estado emocional del usuario.
Por ejemplo, el Oura Ring Gen3, un anillo minimalista que se usa en el dedo, analiza microcambios en la frecuencia cardíaca y la temperatura corporal para detectar picos de estrés o fatiga mental. En tanto, el Fitbit Sense 2 incorpora un sensor EDA (actividad electrodérmica) capaz de identificar respuestas fisiológicas ligadas a la ansiedad o el nerviosismo.
Al combinar estos datos con algoritmos de inteligencia artificial, los dispositivos ofrecen una lectura personalizada: si detectan signos de estrés, pueden sugerir ejercicios de respiración, pausas activas o meditación guiada.
Inteligencia emocional asistida por algoritmos
La promesa es tentadora: tener un asistente digital que nos advierta cuándo necesitamos detenernos y respirar. Algunos especialistas la llaman inteligencia emocional asistida por IA. Sin embargo, no todos miran este fenómeno con optimismo.
La psicóloga tecnológica Mariana Becerra, investigadora del Instituto de Neurociencias de la UNAM, advierte que “estos dispositivos pueden ser útiles como herramienta de autoconocimiento, pero no reemplazan la terapia ni el diagnóstico profesional. Además, la interpretación emocional sigue siendo un terreno subjetivo que las máquinas apenas comienzan a explorar”.
Aun así, los datos son prometedores. Según un informe de Deloitte (2024), el mercado de wearables enfocados en bienestar mental crecerá un 45% anual durante la próxima década. Las empresas están invirtiendo millones en sensores cada vez más precisos y menos invasivos.
Entre la ayuda y la vigilancia
El auge de estos dispositivos también reaviva el debate sobre la privacidad de los datos biométricos. Las emociones son, después de todo, información íntima. ¿Qué pasa cuando una app sabe antes que nosotros si estamos ansiosos o deprimidos?
Algunas compañías aseguran que los datos se procesan localmente y no se comparten con terceros, pero los especialistas en ciberseguridad recomiendan cautela. “El estrés, el sueño o el ritmo cardíaco son datos que pueden usarse para perfilar a las personas”, explica el analista Carlos Méndez, de la consultora Digital Trust Lab. “Necesitamos regulaciones claras antes de que esta información se convierta en una nueva moneda del mercado digital”.
Un futuro entre la ciencia y la empatía
A medida que la tecnología se vuelve más íntima, la frontera entre lo biológico y lo digital se difumina. Los wearables emocionales podrían convertirse en aliados valiosos para la prevención del agotamiento o la ansiedad crónica, pero también plantean preguntas éticas profundas: ¿hasta qué punto queremos que la tecnología lea nuestras emociones?
En un mundo hiperconectado y acelerado, tal vez el verdadero desafío no sea medir el estrés, sino aprender a escucharnos sin depender del algoritmo.
